Cómo me documenté para escribir ROTTENMEIER (y 5)


Museo de las marionetas en Praga

Releí la novela de Johanna Spiry decenas de veces para poder encajar todas las piezas. Lloré por no tener el diario original y por no haber tomado más apuntes en el pasado, y decidí en un arrebato de desesperación regresar a la universidad de Praga. Fue un viaje absolutamente desastroso que no dio frutos de ningún tipo. Ninguno de los profesores con los que hablé admitía conocer la existencia del diario ni que el profesor Herzfelde lo hubiera mencionado nunca. Yo mismo dudé de mi cordura, del sentido de los años de estudio, de la veracidad de aquel manuscrito en alemán y de las intenciones de mi antiguo profesor. Aquella situación me ayudó a acercarme y a entender más aún la historia que quería contar, porque al fin y al cabo, de eso hablaba la señorita Rottenmeier en sus confesiones más íntimas, de los límites de la fe, de las fantasías y de la realidad. Y fuera como fuera, se trataba de un trabajo que debía ser hecho. Ya estaban todos los pilares en pie, pilares de una obra de la que yo no era el responsable, sino el difunto profesor, y al dejar su vida por escrito, también la propia señorita Rottenmeier. La existencia de esta novela estaba forjándose mucho antes de que yo mismo lo supiera. Se forjó mucho antes de la primera botella de vino con el profesor, probablemente se forjó mucho antes de que ninguno de los dos naciéramos. Yo era el último peón, el que vestiría con una manta de palabras la obra, para que el resto de las personas pudieran entenderla.Así lo había querido el destino, así lo había querido el profesor Herzfelde y así lo había querido la señorita Rottenmeier. Espero que el resultado final sea de su agrado, estén donde estén.

Rottenmeier sale a la venta en Noviembre gracias al buen hacer de la Editorial Punto en Boca

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